3 Cuando estaba en Ecbátana, le llegó la noticia de lo ocurrido a
Nicanor y a las tropas de Timoteo.
4 Arrebatado de furor, pensaba vengar en los judíos la afrenta de los
que le habían puesto en fuga, y por eso ordenó al conductor que
hiciera
avanzar el carro sin parar hasta el término del viaje. Pero ya el juicio del
Cielo se cernía sobre él, pues había hablado así con orgullo: «En cuanto
llegue a Jerusalén, haré de la ciudad una fosa común de judíos.»
5 Pero el Señor Dios de Israel que todo lo ve, le hirió con una llaga
incurable e invisible: apenas pronunciada esta frase, se apoderó de
sus
entrañas un dolor irremediable, con agudos retortijones internos,
6 cosa totalmente justa para quien había hecho sufrir las entrañas de
otros con numerosas y desconocidas torturas.